jueves, 22 de abril de 2010

Igualdad

El otro día, mientras charlábamos en la comida sobre machismo y feminismo, mi hermano (que es un hombre sabio a pesar de su juventud), dijo una cosa que me dejó pensando el resto del día (¡gracias por darle cuerda a mi cerebro, hermanito!).

“Mientras sigamos pensando en términos de igualdad, seguirá existiendo la desigualdad.” (Lo transcribo de memoria, tal vez no sean las palabras exactas, pero se le parecen bastante).

Y lo razonó de la siguiente manera: no somos iguales, así que no tiene caso pensar en esos términos. Pero no se refería a que los hombres y las mujeres no somos iguales. Quería decir que ningún ser vivo es igual a otro. Él es hombre, castaño y delgado; yo soy mujer, morena y gordita; mi marido es grandón y con barba; mi amiga Silvia es rubia y menudita; mi bebé es chiquitín y tirando a pelirrojillo… ¡No hay dos personas iguales! Entonces, ¿para qué empeñarnos en empaquetarnos, igualarnos y cargarnos nuestra preciosa diversidad? Creo que mi hermano tiene razón. Mientras sigamos pensando así, mientras no seamos capaces de asumir que no puede existir la igualdad porque no hay dos seres humanos iguales, seguirá existiendo la discriminación (a las mujeres, a los jóvenes, a los discapacitados, a los ancianos, a los inmigrantes)… en definitiva, a todo aquel que no cuadre con nuestro modelo de igualdad.

Lo dicho, mi hermano es un hombre sabio... (Si todo el mundo fuese capaz de pensar como él, viviríamos en un mundo mejor)