sábado, 19 de septiembre de 2009

Musas

Cuando el calor deja de apretar, las nubes comienzan a cubrir el cielo y los días on más cortos, las musas vuelven a la carga.
Las musas, esas hadas de colores que sólo los artistas pueden ver, están aletargadas en verano con tanto calor. No pueden inspirar porque van derritiéndose por los rncones, así que se esconden en el fondo del cajón de los recuerdos y se quedan allí fresquitas hasta que llega el otoño. Un buen día de septiembre, cuando la luz empieza a ser hermosa, un rayito de esa luz se cuela en el cajón de los recuerdos y hace que las musas se desperecen. Bostezan, se estiran, despliegan sus alitas de colores y se asoman al borde del cajón para ver si hace menos calor. Y, si notan un soplito de aire fresquete, dan un gritito de alegría (¡yupi!) y salen saltando, cantando e inspirando.
Si alguien a quien le gusta dejar volar la creatividad, y que ha estado un poco adormilado durante el verano, se sienta un ratito en silencio junto a la ventana abierta cuando empieza el otoño, si pone un poco de atención, puede oír el aleteo de las alas de colores de las musas; y cómo éstas le susurran historias al oído.
Y así, sin comerlo ni beberlo, y en un periquete, las musas se inventna un miincuento sobre ellas mismas que escriben a través de los dedos de una escritora en prácticas a la que le gusta la luz de otoño...